“No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la que somos servidores”
En la noche
del martes 11, se celebró la Misa Crismal en la Catedral Basílica y Santuario
de Nuestra Madre del Valle, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis
Urbanc, y concelebrada por todos los sacerdotes de la Diócesis de Catamarca,
venidos de los cuatro Decanatos: Capital, Centro, Este y Oeste.
El
Santuario Mariano se vio colmado de fieles de las distintas parroquias, quienes
se dieron cita para participar de la celebración, en la que los sacerdotes y el
Obispo renovaron sus promesas sacerdotales y se consagraron los óleos sagrados.
En su
homilía, Mons. Urbanc se dirigió a los sacerdotes expresando que “la
configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación. Pero,
tal vez, la figura de Cristo nos parece, no pocas veces, demasiado elevada y
muy grande como para atrevernos a adoptarla como criterio de medida para
nosotros. El Señor lo sabe. Por eso nos ha
proporcionado ejemplos con niveles
de grandeza más accesibles y más cercanos”. En este punto mencionó a sacerdotes
santos, que “a lo largo de 20 siglos de historia nos han precedido para
indicarnos la senda”, como “Policarpo de Esmirna, Ignacio de Antioquia, Ambrosio,
Agustín, Gregorio Magno, Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan de Ávila,
Francisco de Sales, Toribio de Mogrovejo, Juan María Vianney, sacerdotes
mártires del s. XX, Juan Pablo II, gran ejemplo de amor, abnegación, unción,
fidelidad y oración. Y, cómo no destacar la señera figura del querido José
Gabriel del Rosario Brochero”.
Recuperar
la formación
En
otro tramo de su reflexión, el Obispo destacó dos aspectos en el ser y quehacer
sacerdotal, indicando que “ante todo somos ‘administradores
de los misterios de Dios’, y el ministerio
de la enseñanza es una parte de esa administración de los misterios de Dios, en
los que él nos muestra su rostro y su corazón”. Sobre este punto, afirmó que “mucho
se viene hablando de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de
nuestra sociedad, tan ilustrada en otras cuestiones, es por eso que este primer
año del trienio de preparación a la celebración de los cuatrocientos años del
hallazgo de la bendita imagen de nuestra Madre del Valle, hemos priorizado la
formación religiosa de todos los bautizados; entre ellos nos encontramos
nosotros que necesitamos recuperar la formación permanente”.
Luego enfatizó que “no anunciamos teorías y opiniones
privadas, sino la fe de la Iglesia, de la que somos servidores. Si no nos
anunciamos a nosotros mismos, e interiormente hemos
llegado a ser uno con Aquél
que nos ha elegido como mensajeros suyos, de manera que estemos modelados por
la fe y la vivamos, entonces nuestra predicación será creíble. No estamos para
hacer publicidad de nosotros mismos, sino que nos donamos a los demás. El Cura
de Ars no era un intelectual, pero con su anuncio llegaba al corazón de la
gente, porque él mismo permitió ser tocado en su corazón”.
Por la
salvación del cuerpo y el alma
El otro aspecto clave se
refiere al “‘celo por las almas’. Es una expresión fuera de moda que ya casi
no se usa hoy”, dijo y agregó que “como sacerdotes, nos preocupamos
naturalmente por el hombre entero, por sus necesidades físicas: de los
hambrientos, los enfermos, los sin techo, etc. Pero no sólo nos preocupamos de
su cuerpo, sino también de las necesidades del alma del hombre: de las personas
que se encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la
ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la salvación de los hombres
en cuerpo y alma”.
“Como
sacerdotes, hemos discernido y libremente aceptado, que jamás nos
perteneceríamos a nosotros mismos ni a nadie, sino sólo a Jesús, y con Jesús
llevaríamos la buena noticia a los pobres, vendaríamos los corazones heridos,
proclamaríamos la liberación de los cautivos, proclamaríamos la misericordia
del Señor, consolaríamos a los tristes, cambiaríamos el luto por la alegría y
el desánimo por la esperanza, siempre y en cualquier circunstancia”, manifestó
el Pastor Diocesano.
Renovación y bendición de los óleos
A
continuación, se realizó la renovación de las promesas sacerdotales de todos
los presbíteros ante el Obispo, quien los interrogó como en el día de su
ordenación y al que respondieron a una sola voz: “Si, quiero”.
Luego los
sacerdotes representantes de cada Decanato acercaron al altar los Sagrados
Óleos: el Santo Crisma, el Óleo de los Catecúmenos y el Óleo de los Enfermos,
que fueron consagrados y bendecidos por el Obispo.
Antes de la
bendición final, Mons. Urbanc repartió los óleos a cada párroco, para que se
administren a lo largo de este año litúrgico.